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Bajo el manto de la ilegalidad, Diana busca un futuro mejor

agosto 30, 2010

Diana Álvarez tiene 27 años, es peruana y dejó su tierra para probar suerte en Argentina. Su objetivo es claro y, la forma más veloz de conseguirlo, es recurriendo a negocios ilícitos.   

Entre las calles Scalabrini Ortiz y Cabello, Diana ofrece los últimos estrenos en cartel a todo el que transita. Tiene gran variedad de géneros, peliculas de excelente calidad y precios muy económicos. Sin embargo, su negocio se tiñe de una particularidad: es ilegal. Ella lo sabe pero tiene muy en claro que su objetivo es ahorrar dinero para volver cuanto antes a su país natal, Perú.   

Esquina Scalabrini Ortiz y Cabello

Esquina Scalabrini Ortiz y Cabello

Tras terminar el secundario y realizar una tecnicatura de un año, Diana se lanzó en las calles de Lima buscando abocar sus conocimientos en trabajos para el Estado. Después de tocar muchas puertas y fracasar en la búsqueda laboral, decidió probar suerte en Argentina junto a su prima Teresa hace un año y medio.   

“En Perú las clases sociales están muy diferenciadas, no es cómo aquí. Ganas muy bien o muy mal. Para tener un buen trabajo tienes que haber estudiado mucho sino, es difícil”, cuenta la inmigrante quien, en nuestro país, paso por diferentes trabajos hasta establecerse hace ocho meses en el barrio de Palermo vendiendo dvd piratas.   

Al llegar a la Argentina, con 25 años, trabajó tres meses limpiando casas y otros cuatro haciendo labores de costurera en la Salada. Finalmente, decidió dedicarse a la venta ambulante de películas “truchas” ya que era lo que mejor ganancia le brindaba y más pronto le ayudaría a regresar a Perú.   

Durante el último año, alrededor de 200.000 extranjeros se radicaron en la Argentina. Principalmente, paraguayos, bolivianos, peruanos y colombianos llegan con la intención de encontrar mejores condiciones de vida. En su mayoría, deciden residir en Buenos Aires porque el trabajo es mejor pago y pueden ayudar a los integrantes de las familias que quedan en el país de origen.   

Aunque Diana se encuentra mejor económicamente en Buenos Aires que en Lima, es el aspecto personal lo que la hace rechazar establecerse definitivamente en la ciudad porteña. “Las costumbres son muy distintas y aquí estoy sola”, cuenta la vendedora peruana quien, a pesar de ser adulta, su mirada refleja la dulzura de una triste niña. Su prima hace pocos meses decidió volverse y, el resto de su familia, la espera en Perú.   

A su lado se encuentran otros dos puestos de venta ambulante que proveen frutas y verduras. Uno es manejado por un argentino y el otro por una mujer boliviana. Sin embargo, ninguno de los dos pertenece al gran negocio que se maneja detrás del de Diana.   

Puesto de Diana, quien se niega a ser fotografiada

Puesto de Diana, quien se niega a ser fotografiada

«El puesto no es mio, yo sólo vendo».  Ella  cuenta que trabaja para alguien (cuyo nombre prefirió no revelar) que es quien le provee los dvds, le da un porcentaje de la venta y quien asigna a los trabajadores en cada zona. El «gran negocio» no sólo se basa en venta de películas sino que también abastece a aquellos inmigrantes peruanos que venden, de manera ambulante, lencería en la zona de Palermo.   

A pesar de haber sido advertida por la policía reiteradas veces y ser conciente de que su forma de ganarse la vida es ilícita; Diana sabe que es temporal. «Sólo me quedaré unos años más. Quiero volver a Perú, abrir mi propio negocio y continuar con mis estudios».   

Como la vi
Vivo en Palermo desde que nací. En esté último tiempo, me llamó la atención la cantidad de puestos de películas piratas que se establecieron en el barrio y siempre me dió curiosidad conocer la razón que llevaba a algunos inmigrantes a hacer este tipo de trabajos. Diariamente, paso por el puesto de Diana y pense en ella para mi perfil. Me acerque varias veces en la semana preguntandole sobre las películas que vendía hasta que finalmente decidí contarle mi propósito. 

La entrevista fue cordial, en ningún momento se negó a contarme  detalles sobre su vida y los trabajos que realizó mientras estuvo en Argentina. Sin embargo, se mostró desconfiada al preguntarle su apellido y rechazo rotundamente ser fotografiada. Decidí no insistirle por respeto y me contente con poder conocer un poco sobre la vida que llevan aquellos inmigrantes que eligen buscar un mejor pasar en nuestro país.